Un beato despiadado
Familiares de fusilados piden que se detenga el proceso de beatificación del párroco de Murchante Pedro Legaria
fermín pérez-nievas / n. arigita/f. p-n. 14.02.2021 | 00:19
Diario de Noticias
Familiares de los siete vecinos asesinados en Murchante el 20 de noviembre de 1936 por defender los valores republicanos han enviado una carta al Papa Francisco y al obispo de Pamplona y Tudela, Francisco Pérez, en la que solicitan que se detenga el proceso de beatificación de Pedro Legaria, párroco en Murchante durante la Guerra Civil y fundador en 1916 de las Esclavas de Cristo Rey. Las familias denuncian su "pasividad y desprecio" en los primeros meses del Golpe de Estado.
El proceso de beatificación se abrió hace 40 años y hace 20 Juan Pablo II le concedió el título de venerable (segundo paso hacia la canonización) por sus "virtudes heróicas".
Los familiares de Hilario Chueca, Genaro Ochoa, Roque Jarauta, Julio Orta, Simón Arriazu, Antonio Pérez y Ricardo Rosel aseguran en la misiva, que enviaron esta semana a ambas autoridades eclesiásticas, su "sensación de rechazo" al conocer que el proceso abierto en 1981 seguía su curso, que ya intentaron parar en 1986. Así, destacan la "posición" de Pedro Legaria durante la Guerra Civil y "su trato hacia los familiares de las siete víctimas de los fusilamientos" que recuerdan fue "tremendamente insensible". Lejos de atender las peticiones de ayuda realizadas por los familiares en aquella tarde del 20 de noviembre, tras llevarse a los 7 a Tudela en un camión, el párroco, referencia y autoridad religiosa en toda la Ribera, no les recibió y mandó a su sirvienta decir que "estaba ocupado".
un "manto de silencio"
En la carta recuerdan al Papa y al obispo que la iglesia católica "facilitó e impulsó los crímenes que el franquismo produjo" y apuntan como "especialmente doloroso" que la iglesia "amparó dichos crímenes humillando a las familias de los republicanos asesinados bendiciendo aquellos hechos trágicos".
En este sentido recuerdan el "manto de silencio" con el que parte del clero cubrió los asesinatos y el padecimiento de aquellas familias, tal y como sucedió en el caso del que era párroco de Murchante, Pedro Legaria.
Tal y como relatan en la carta, "el 19 de noviembre de 1936 siete vecinos de Murchante, donde ejercía sus labores como párroco Pedro Legaria, fueron sacados de sus casas de forma forzosa. Este hecho se debe a su definida ideología republicana y obrera, causa que pretendía erradicar el Golpe de Estado del 18 de julio de este mismo año. Al día siguiente estos siete hombres dejaron su rastro en el olvido bajo un manto de tierra que recuperaron nuestros familiares 70 años después". Sus cuerpos fueron recuperados en una fosa cerca de Fustiñana en octubre de 2005.
Según el relato y testimonios que se ha conservado entre las familias, el venerable Pedro Legaria, a quien se pretende canonizar, "trató con un desprecio poco cristiano a nuestras familias". Así, Lara Bartos (sobrinanieta del asesinado Genaro Ochoa) narra en su libro Recuperando raíces, que "cuando en noviembre de 1936 desaparecen los siete vecinos y circula la noticia de que se los han llevado en un furgón, no les hace falta saber mucho más para comprender que seguramente no vuelvan a verlos. Pensando que alguien con poder suficiente podría salvarles recurren al párroco de Murchante, que por entonces era Pedro Legaria. Pero cuando hasta allí se desplazan un grupo de familiares de los detenidos, entre ellos Juana Ochoa y Anastasia Lamana, hermana y esposa de dos de los asesinados, él no les recibe y les dicen que se encuentra ocupado y no puede atenderles en ese momento. Esta negativa de ayuda siempre permaneció en el recuerdo de todas las familias, llegando muchas veces a hacerse la misma pregunta, ¿Qué habría sido de los siete si el párroco hubiese llegado a intervenir?".
Las familias no tuvieron nunca certeza de su fallecimiento y no supieron hasta el año 2005 que, en el libro de defunciones de la parroquia ya se les había dado por muertos en 1937 y todas estas partidas de defunción habían sido firmadas por el propio Pedro Legaria, que nada comunicó a los familiares. Estos documentos, que aparecen en el libro de Lara Bartos, además de tener un gran valor histórico, fue un hallazgo de gran impacto emocional para las familias, ya que desde el mismo momento del asesinato de los siete se supo cuál había sido su final, aunque a los familiares nunca se les comunicó la noticia. Vivieron con la incertidumbre de no saber qué había sido de sus padres, hermanos e hijos.
Los familiares relatan en la carta dirigida al Papa y al obispo de Pamplona que este relato "desnuda una vida poco ejemplar del que fuera párroco de Murchante Pedro Legaria", ya que, según indican, cuando se ha intentado estudiar la vida del clérigo preguntando a los vecinos "se ha obviado esta cuestión. Tuvo en su mano la solidaridad y el afecto ante una situación extrema, y sin embargo, eligió la insensibilidad y la distancia".
Cirarda en 1986
En la misma misiva recuerdan cómo en 1986 las familias consiguieron frenar su beatificación, "pero ya hemos visto que es algo que hemos conseguido a corto plazo. No pudimos cerrar nuestro duelo hasta 2005 y recuperamos sus cuerpos por el empuje familiar. No poder dar sepultura a nuestros seres más queridos ha sido un baldón con el que hemos tenido que convivir durante años. Nuestros familiares no han tenido que lidiar sólo con la desgracia de la desaparición de sus seres más queridos, sino también con la deshonra".
Por todo ello concluyen la carta citando de la escritora Marguerite Duras, "A la hora de la violencia existe la obligación de la decencia" y afirman que su intención es paralizar "definitivamente y para siempre" el proceso de beatificación de Pedro Legaria Armendáriz "por su papel durante la Guerra Civil en Navarra y su probada falta de colaboración en favor del esclarecimiento de los asesinatos de nuestros familiares. No hay más humillación que negar el auxilio a quien lo necesita".
Cuando en 1986 Engracia Orta, y el resto de familiares, se dirigió por carta al obispo José María Cirarda para detener el proceso de beatificación éste contestó el 29 de octubre de 1986 señalando que "seguros pueden estar que la Santa Madre Iglesia hila muy fino en estas materias y que estudiará con sumo interés todos los aspectos de la vida del sacerdote, también en lo referente a su conducta en aquel tiempo".
Pedro Legaria nació en 1878 en Tudela y falleció en 1956. Llegó a Murchante como párroco en 1906 donde permaneció hasta 1942. Fundó la congregación de Esclavas de Cristo Rey que están presentes en 8 países.
En la biografía de Pedro Legaria, escrita por Pedro García (bajo el título Párroco y fundador), describe a los fusilados como "de familias católicas y honorables como las demás de Murchante, aunque su ideología política pareciera decir lo contrario. El Padre Capuchino que los asistió comentó al salir de la cárcel: ¡Cuántas personas de derechas quisiera yo con una conciencia como la de estos pobres que ellos van a fusilar!". Sobre los sentimientos de Legaria indica que "tuvo conocimiento de las críticas que siguieron a los tristes acontecimientos, pero perdonaba y olvidaba. Por él resbalaban sin rozarle los dardos de las diatribas de los encontrados pareceres al enjuiciar su conducta" y añade, poniendo en su boca, "no puedo sentir animadversión por nadie y a todos recibo, porque en mis brazos caben todos, como cabían en los de Jesucristo".
"¿Qué habría sido de los siete fusilados de Murchante si hubiese intervenido?
"Su trato a las familias de los fusilados fue tremendamente insensible"
"Tuvo en su mano la solidaridad y el afecto y eligió la insensibilidad"
Carta de los familiares al papa francisco