ALEJANDRO TORRÚS
MADRID.- Son las 9:20 de la mañana del 2 de marzo de 1974. La sala de paquetería de la cárcel modelo de Barcelona está repleta. Todas las miradas se dirigen al reo, Salvador Puig Antich, que permanece sentado en el garrote vil, esa máquina de asesinar que la Embajada de EEUU calificó de "medieval". "Quina putada", había exclamado Salvador previamente. Frente a él se sitúan miembros de seguridad, el verdugo, su carcelero y, entre otros muchos, un mando de la Dirección General de Seguridad. A las 9:40, tras dos intentos previos, el médico certifica la muerte de Salvador. 20 minutos de angustia y dolor de los que el pasado martes se cumplieron 42 años.
"No hemos encontrado justicia en un Estado que se autoproclama democrático. No hemos conseguido en todo este tiempo que se reabriera la causa judicial, que se reconocieran las irregularidades cometidas y que se reparara, en la medida de lo posible, el crimen comentido. Todo esto no ha sido posible en el Estado español. El poder franquista en las altas esferas de la Justicia es muy poderoso. Por eso hemos depositado toda la esperanza en la 'querella argentina'".
Las declaraciones pertenecen a Merçona Puig Antich, hermana pequeña de Salvador. Las realizó ayer, viernes. desde el escenario del Centro Cultural Casa del Reloj, en Madrid, en un acto homenaje al militante del Movimiento Ibérico de Liberación, el primero que se celebra para honrar la memoria única y exclusivamente de Salvador. "Actos como este hacen que el vacío que nos dejó Salvador hace 42 años se haga mas llevadero", reconoce.
Merçona lee al público asistente, que abarrota el espacio, una carta que han escrito las hermanas de Salvador para explicarle por qué han aceptado participar del homenaje que le rendirá este sábado el Ayuntamiento de Barcelona, que inaugurará una plaza con su nombre en Nou Barris. "Si Salvador estuviera vivo creemos que nos mandaría a la mierda", dice una Merçona emocionada. Y comienza a leer:
"No sé que pensarías de esto si estuvieras aquí. Si después de 42 años nos vieras con representantes del Ayuntamiento de Barcelona inaugurando una plaza con tu nombre. Creo que dejarías caer una palabrota y dirías cuatro disparates para que todos riéramos. Pero mira cómo han ido las cosas desde ese 2 de marzo. Juramos reivindicar tu memoria como el joven idealista que eras, con buenos sentimientos, con un gran sentido de la justicia y un luchador por la libertad y no como el asesino y quemador de bosques que decía el régimen franquista que eras para tapar tan brutal crueldad. (...) No sabemos cómo tomarías esto de una tener tu nombre en una plaza, pero para nosotras significa que unaparte de lo que nos habíamos propuesto se va cumpliendo. La gente sabe tu historia, sabe quién eras y los motivos por los que luchabas".
Minutos antes se habían leído desde el escenario tres de las cartas que Salvador escribió desde la prisión. A Merçona le preguntaba que "dónde estaban las hadas de los cuentos, si habían perdido su varita mágica"; a Marga, su compañera, le mandaba "ánimo" y que "no dudaba" de que "poco a poco" se iría "afirmando como persona"; y a Quim, su hermano mayor, le aseguraba que aceptaba "sus responsabilidades" y que se trataba de "sangre que se derramará, pero no inútilmente". Las tres terminaban con un "salud y anarquía".
La impunidad permanece
Expertos como el historiador Gutmaro Gómez, autor del libro Salvador Puig Antich, la Transición inacabada, o el politólogo Jaime Pastor explicaron desde el escenario por qué el juicio a Salvador fue una farsa, la manipulación de las pruebas, la desaparición de otras, la supremacía de la Justicia militar sobre la civil o la permanencia del poso franquista en una Justicia que aún en la década de los 2000 evitaba pronunciar la palabra dictadura para referirse al franquismo y utilizaba el eufemismo de "orden institucional vigente".
Pero sobre todo, los expertos explicaron por qué el asesinato de Salvador y la impunidad de sus responsables tiene repercusión aún en el presente y cómo de aquellos polvos vienen estos lodos. Hablaron de los funcionarios que pasaron de servir al franquismo a servir a la democracia como si estuvieran cruzando la puerta del salón de su casa y de cómo algunos de los responsables de la muerte del joven de 26 años son hoy considerados los padres de la democracia.
Se habló del exministro Utrera Molina, suegro de Gallardón, que firmó el enterado en el Consejo de Ministros que ratificó su muerte; y de Antonio Carro, ministro en aquella época y, posteriormente, Vicepresidente 2º del Congreso de los Diputados desde el 31 de agosto de 1982 al 2 septiembre de 1989, ya en democracia, quien también firmó aquel enterado.
Los dos han sido reclamado por la Justicia de Argentina dentro de la única causa judicial abierta que investiga los crímenes cometidos por la dictadura franquista por genocidio y/o crímenes de lesa humanidad. Y el Estado español se ha negado a extraditarlos o a juzgarlos en España, tal y como le han reclamado desde diversos órganos de Derechos Humanos de la ONU. España tampoco ha extraditado al torturador Billy el Niño ni al capitán de la Guardia Civil Jesús Muñecas. La impunidad como rasgo identitario del Estado español.
Posible visita a España de la jueza
En el homenaje también hubo un hueco para la esperanza. Se habló de un cambio de época. Del agotamiento de una Transición presuntamente modélica. Los eurodiputadosMarina Albiol (IU) y Miguel Urbán (Podemos) participaron mediante un vídeo en el que defendían que sin juzgar los crímenes del franquismo no puede haber una democracia propiamente dicha. Y Carlos Slepoy, uno de los abogados de la querella argentina, señaló que hay posibilidades de que la jueza María Servini de Cubría, magistrada que instruye el caso en Argentina, visite España en el mes de abril para tomar declaraciones a Utrera Molina y a Carro, pero también a otros exministros como Rodolfo Martín Villa.
"La impunidad se va a acabar. Hoy estamos en unas circunstancias políticas especialmente favorables. Muchos ayuntamientos del cambio quieren justicia para sus ciudadanos. Hay muchos parlamentarios que quieren impulsar la acción de la Justicia. Cerca de 100 diputados pueden votar a favor de la derogación de la Ley de Amnistía, cuando hace unos años eran muy pocos. Los jueces se van a atrever a acabar con la impunidad en la medida en la que nosotros luchemos por la justicia. Es inconcebible que no haya justicia", concluyó Slepoy.
Y así transcurrió un acto de dos horas que contó con la participación de Rojo Cancionero, el coro de mujeres Entredós, Luis Wendo, Bernando Fuster, Eduardo Velasco y Cuca Escribano y en el que los asistentes corearon "Alfon libertad" cuando Elena Ortega, la madre del joven, fue invitada al escenario para denunciar que en España aún hay presos políticos.