ALEJANDRO TORRÚS
MADRID.- El golpe de Estado militar del 18 de julio de 1936 fue una operación minuciosamente planificada. No fue una respuesta al asesinato del diputado monárquico Calvo Sotelo ni nace como contestación a una presunta, e inexistente, revolución comunista. En palabras del director del golpe, el general Emilio Mola, una vez declarada la sublevación militar había que "eliminar sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros". Y si alguien dudaba de si unirse al golpe o no, la instrucción del golpista Mola también era contundente: "Aquel que no está con nosotros está contra nosotros y como enemigo será tratado".
Conocer con exactitud el número de asesinados en nombre del Movimiento Nacional y de laEspaña Eterna, lejos de la primera línea de batalla, resulta imposible a pesar de haber transcurrido 80 años. Durante la dictadura y los primeros años de una democracia poco interesada en su pasado se destruyeron documentos de enorme valor como los registros 'judiciales' de la represión, los archivos de Falange, cuarteles de policía provinciales, etc.
Aún así, el historiador Paul Preston asegura en El Holocausto español que la "cifra más fidedigna" de muertes a manos de militares rebeldes y sus partidarios lejos del campo de batalla asciende a 130.199 aunque afirma que lo más probable es que la cifra real superara los 150.000 muertos. En este sentido, cabe recordar que según el auto del juez Garzón hay más de 114.000 desaparecidos republicanos en las cunetas de todo el Estado. En el otro lado, la represión en el territorio republicano asciende a 49.272 víctimas, según el estudio aportado por el historiador José Luis Ledesma.
La diferencia entre ambos contendientes es notable, aunque, la mayor diferencia va en elorigen de la represión. Mientras que en territorio republicano las víctimas vienen provocados por el desorden y las actuaciones al margen del Gobierno de la II República, en el territorio franquista había una orden expresa de "sembrar el terror", "de dar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación" a los enemigos.
La historiografía ha demostrado que el programa de terror y aniquilamiento constituía el eje central del plan de los militares rebeldes para ejecutar el golpe de Estado. El enemigo de los militares y golpistas, por tanto, no era solamente derrotar a los militares leales alGobierno legítimo de la República tras la proclamación del golpe de Estado. Se convirtió en enemigo a todo aquel, que como señaló Mola, “no pensara” como ellos. El enemigo era todo lo que fuera de signo contrario o reticente a la España imperial, católica, apostólica, jerárquica y tradicional o, resumido de otro modo, a los principios recogidos en el lema de la CEDA: "Patria, orden, religión, familia, propiedad, jerarquía".
Preston asegura que la "cifra más fidedigna" de muertes a manos de militares rebeldes y sus partidarios asciende a 130.199 aunque afirma que lo más probable es que la cifra real superare los 150.000 muertos
Escribe Paul Preston que, de esta manera, los enemigos de los golpistas y, sus primeras víctimas, fueron los maestros de escuela, los masones, los médicos, los abogados liberales, los intelectuales, los líderes de los sindicatos, es decir, los posibles diseminadores de las ideas. "La matanza se extendió también a quienes habrían podido recibir la influencia de sus ideas: los miembros de un sindicato,los que no iban a misa, los sospechosos de votar al Frente Popular, las mujeres que habían obtenido el sufragio y el derecho al divorcio...", escribe el historiador. Si los golpistas encarnaban los valores y principios de la España eterna, los defensores de la República se convirtieron enla Antiespaña.
Los golpistas sabían que el golpe no gozaba de un amplio apoyo en todo el Estado y Mola es contundente en sus instrucciones. Había que ser cuanto más sanguinario y rápido mejor para dar ejemplo. En una reunión con los alcaldes de Navarra que secundaban la sublevación militar advirtió: “Hay que sembrar el terror… hay que dar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros. Nada de cobardías. Si vacilamos un momento y no procedemos con la máxima energía, no ganamos la partida".
Cabe recordar las declaraciones que el General Francisco Franco realizó el 27 de Julio de 1936 al periodista Jay Allen, del Chicago Daily Tribune: “Nosotros luchamos por España. Ellos luchan contra España. Estamos resueltos a seguir adelante a cualquier precio”. Tras estas palabras, Allen agregó: “Tendrá que matar a media España”. Entonces, según narra Allen y según viene recogido en el auto del juez Baltasar Garzón, Franco giró la cabeza, sonrió y mirando al periodista firmemente dijo: "He dicho que al precio que sea".
El 24 de junio, Mola envió instrucciones precisas a Yagüe, el responsable de la matanza de Badajoz, entre otras. Destacaba tres factores decisivos: violencia extrema, tempo y alta movilidad: “El movimiento ha de ser simultáneo en todas las guarniciones comprometidas y, desde luego, de una gran violencia”. Apenas seis días después, Yagüe recibía de Mola una serie de 25 instrucciones más detalladas y no se puede decir que Yagüe no las ejecutara con ejemplaridad. Días después, el 31 de julio, la prensa francesa publicó que Prieto había sido elegido por el Gobierno de la República para negociar con los rebeldes, Mola exclamó: “¿Parlamentar? ¡Jamás! Esta Guerra tiene que terminar con el exterminio de los enemigos de España”.
Mola: "“Una guerra de esta naturaleza ha de acabar por el dominio de uno de los dos bandos y por el exterminio absoluto y total del vencido”
Preston también recoge las declaraciones de Mola a su secretario, José María Iribarren: “Una guerra de esta naturaleza ha de acabar por el dominio de uno de los dos bandos y por el exterminio absoluto y total del vencido”. Ejercer el terror, por tanto, cumplía el objetivo a corto plazo de atajar la resistencia y garantizar que el territorio fuera de los rebeldes.
Por esta razón -dice Preston- se llevaron a cabo en los tres meses siguientes a la toma del poder la mitad de las ejecuciones. A la larga, en cambio, este método de sembrar el terror, era necesario para la aniquilación de todo lo que significaba la II República,como era el desafío específico a los privilegios de los terratenientes, los industriales, la iglesia católica y el Ejército.
La limpieza donde no hubo guerra
La naturaleza del golpe de Estado de los militares y su plan de implantación sistemática del terror se aprecia a la perfección en las zonas de España donde el golpe de Estado triunfó y no hubo Guerra Civil. En estas zonas las nuevas autoridades procedieron a la ejecución de sindicalistas, miembros de partidos de izquierdas, oficiales municipales electos, funcionarios republicanos, maestros de escuela y masones, gente, en definitiva, que no había cometido crimen alguno.
El comandante de la Guardia Civil de Cáceres, uno de los primeros en adherirse al golpe, calificó la matanza de una “amplia limpieza de indeseables”. En Navarra murieron asesinados 2.822 hombres y 35 mujeres, según los datos de Preston. Otras 305 víctimas murieron por malos tratos o desnutrición en la cárcel. Uno de cada diez votantes del Frente Popular en Navarra falleció en las purgas. Tampoco otras regiones del norte se libraron de la matanza.
En Logroño, donde tampoco hubo guerra, a finales de diciembre de 1937 se habían producido cerca de 2.000 ejecuciones en la provincia, incluidas más de 40 mujeres. En el curso de la Guerra, el 1% de la población total fue ejecutada. En Valladolid, por poner otro ejemplo, hubo 2.000 asesinados en la provincia, según la asociación Todos los nombres, y cerca de 3.000 encarcelados durante la Guerra Civil y los primeros años de dictadura.
A la par que los rebeldes ejercían esta oleada represora en el noroeste de España, horrores similares acontecían al sur y al este de la península Ibérica. En las Islas Canarias, donde la sublevación había triunfado de inmediato, no hubo muertes a manos de los republicanos y, sin embargo, se ha calculado que los insurgentes mataron a más de 2.500 personas en el curso de la guerra. En Baleares, se estiman que los fusilados por parte del ejército franquista ascienden a otras 2.000 ejecuciones. Sólo en Mallorca están documentadas 1.200 ejecuciones.
En Andalucía, la conquista comenzó por Cádiz donde fusilaron sin piedad en los primeros días al gobernador civil, al presidente de la Diputación, al abogado del ayuntamiento, a undiputado socialista y a numerosos militares por negarse a apoyar el golpe. Al alcalde lo fusilarían un mes después. Estaba de vacaciones en Córdoba, donde lo detuvieron. Paul Preston cuenta con detalle cómo fue la represión en la capital gaditana:
"A algunos los fusilaron directamente en la calle; a otros se los llevaron a la sede de Falange, en el casino, para someterlos a sádicas torturas"
“En primer lugar, los rebeldes sellaron las Puertas de Tierra que cerraban el tómbolo que unía Cádiz con el resto de España. Grupos de falangistas, guardias civiles y regulares procedieron a continuación al registro y saqueo de viviendas. Se produjeron detenciones en masa de liberales e izquierdistas, masones y sindicalistas. A algunos los fusilaron directamente en la calle; a otros se los llevaron a la sede de Falange, en el casino, para someterlos a sádicas torturas. Los obligaron a beber aceite de ricino y alcohol industrial mezclado con serrín y miga de pan, y, si por el dolor abdominal no fuera suficiente, les propinaron brutales palizas. Se estableció el llamado Tribunal de Sangre, que cada día seleccionaba a 25 detenidos para su ejecución. En los cinco primeros meses posteriores al golpe militar se fusiló a unos 600 detenidos, y a más de 1.000 durante la Guerra Civil. Otros 300 fueron ejecutados entre el final de la guerra y 1945. Estas cifras no incluyen a los que murieron en las cárceles a consecuencia de las torturas”.
De Cádiz, las tropas rebeldes fueron conquistando Andalucía Occidental al amparo de la proclamación del bando de guerra difundido por Queipo de Llano el 18 de julio, que decretaba con contundencia el fusilamiento de todo el que se opusiera a la sublevación. El ambiente que se vivió aquellos días en la provincia puede recrearse a través de las palabras del monárquico José María Pemán, que fueron retransmitidas por Radio Jerez el 24 de julio.
“La Guerra con su luz de fusilería nos ha abierto los ojos a todos. La idea de turno político ha sido sustituida para siempre por la idea de exterminio y de expulsión, única válida frente a un enemigo que está haciendo un destrozo como jamás en la Historia nos lo causó ninguna nación invasora”.
Un día antes, la radio emitía otro discurso de Queipo de Llano que decía así: “¡Morón, Utrera, Puente Genil, Castro del Río, id preparando sepulturas! Yo os autorizo a matar como a un perro a cualquiera que se atreva a ejercer coacción ante vosotros; que si lo hiciereis así, quedaréis exentos de toda responsabilidad”.
Queipo de Llano: "Yo os autorizo a matar como a un perro a cualquiera que se atreva a ejercer coacción ante vosotros; que si lo hiciereis así, quedaréis exentos de toda responsabilidad”"
Ese mismo día, el 23 de julio, el general volvió a emitir un bando en el que anunciaba abiertamente que cualquier líder huelguista detenido sería fusilado, junto con un número igual de trabajadores en huelga que serían elegidos a discreción de las autoridades militares y, a continuación, que quien desobedeciera los bandos sería fusilado sin juicio.
Hacia Extremadura avanzaron las tropas del general Yagüe, donde fueron asesinadas 3.800 personas durante la Guerra y los primeros años de dictadura, según datos del historiador Francisco Espinosa, autor de la obra La columna de la muerte. Si recurrimos a Paul Preston, que toma en consideración toda la provincia de Badajoz, la cifra aumenta a 8.914 asesinados por parte del ejército rebelde.
El primero en llegar a la zona, por cercanía, fue el periodista portugués Mario Neves, quien trabajaba para el medio luso Diario de Lisboa. Tras cinco días de conflicto, el periodista abandonó Extremadura espantado por la barbarie y juró no volver jamás. El historiador Justo Villa conoció a Neves muchos años después: “Me contaba que lo que más le espanto fue que una tarde que estaba a varios kilómetros de la ciudad vio un densa columna de humo. Se acercó y cuando llegó se encontró con 300 o 400 cadáveres ardiendo. Ese día salió ‘pitando’ de este país”, recuerda Justo.
La carretera de Málaga
Las últimas provincias andaluzas en caer en manos del ejército franquista fueron Málaga y Almería, por este orden. Málaga fue ocupada el 8 de febrero de 1937 por columnas rebeldes y tropas italianas, tras continuos bombardeos de la aviación, también italiana, y los buques de guerra franquistas. Durante las siguientes siete semanas fueron juzgadas3.041 personas y 1.574 fueron ejecutadas. El último presidente del Gobierno de Franco,Carlos Arias Navarro, estuvo entre los jueces militares responsables de la matanza.
Durante los últimos días de la guerra, con toda la Península ya conquistada por el ejército franquista, decenas de miles de personas huían despavoridas de sus poblaciones de origen en dirección a la costa. Querían huir, fuera como fuera. El general Casado y su séquito, última autoridad republicana tras su golpe de Estado en el Madrid republicano de marzo de 1939, abandonaban España el 30 de marzo escoltados por el propio ejército franquista y la marina británica a través del puerto de Gandía.
No sucedió igual con la multitud agolpada en el puerto de Alicante. El 28 de marzo de 1939, zarpó el último barco con exiliados republicanos. Fue el Stanbrook. Cerca de 14.000 continuarían en el puerto esperando otro barco que jamás llegó. Franco lo impidió. Franco los quería a todos. Objetivo: aniquilar la antiespaña.
La multirrepresión
"La limpieza y el exterminio en España fue esto: la exclusión, no sólo física, sino de todo orden, de la mitad de la población, por sus ideas políticas y definición social”, señala Gómez"
No obstante, el franquismos y sus crímenes no se reducen al asesinato de unas decenas de miles de ciudadanos. Se trata de una represión ejercida en distintos ámbitos que el historiador Francisco Moreno Gómez ha calificado como “multirrepresión”. Esta idea viene a insistir en que el franquismo no trató sólo de destruir físicamente a la anti-España, sino sobre todo se trato de la persecución de la mitad de un país después.
“La multirrepresión comprende la eliminación de los derechos generales, las posibilidades de supervivencia, el derecho a la alimentación, el derecho al trabajo, la libertad, echarlos a las cárceles, privarlos de la patria y echarlos al exilio, eliminar los derechos de los padres sobre los hijos, cercar por todas partes a los vencidos y matarles la esperanza. La limpieza y el exterminio en España fue esto: la exclusión, no sólo física, sino de todo orden, de la mitad de la población, por sus ideas políticas y definición social”, señala Gómez.
Porque Franco no sólo eliminó familias enteras y dejó viudas y huérfanos. También los dejó sin dinero, sin derechos, sin presente, ni futuro.
Tras la derrota republicana, quedaron anulados nada menos que 13.251 millones de pesetas del dinero republicano, más otros 10.356 millones en depósitos bancarios. En total, todo el dinero de la República quedó anulado: alrededor de 23.607 millones de pesetas. Fue un golpe de efecto total contra los vencidos: los dejó sin un duro, con una mano detrás y otra delante.
La pobreza represiva empezó con la usurpación total de bienes (expolio directo, expedientes de incautación de bienes y ley de responsabilidades políticas), a lo que siguió la exclusión laboral absoluta (excluyendo a los vencidos del trabajo público, oposiciones y cualquier tipo de concesiones, todo lo cual quedó como botín de guerra para los vencedores), a lo que hay que sumar finalmente el uso de las listas negras, por las que se negaba el trabajo jornalero local a los que no se hubieran humillado lo suficiente, bajo las exigencias del nacionalcatolicismo.
El hambre en las calles y en las cárceles se convirtió además en una práctica que Franco lanzó contra los vencidos. El año 1941 fue el año de mayor exterminio por hambre, tanto en los campos nazis como en las prisiones de Franco. El caso judío y el caso español coincidieron en 1941. Objetivo: acabar con la anti-España.