Memoria de Andreu Nin
La revolución imposible, de Andreu Navarra. Unas notas a propósito de la biografía de Andreu Nin
Como no podía ser menos, se vuelve a debatir sobre Andreu Nin, especialmente en Catalunya donde -sin olvidar otros eventos- llegó a ser objeto de un homenaje en el Parlament el 17 de junio de 2013 por parte de todas las izquierdas, incluyendo las diversas variantes de lo que quedaba del PSUC. Semejante reconocimiento se vio reflejado sin ir más lejos por una imponente bibliografía en castellano y en catalán. Este avance resultó el fruto de décadas de trabajo, de un prolongado combate por la verdad para Nin y demás que comenzó a cobrar cuerpo en la segunda mitad de los años sesenta, unos tiempos propicios.
No fue por casualidad que tuviera su principal plataforma en la revista y editorial del exilio, tan plural como crítica, Ruedo Ibérico, la misma que dio a conocer a las nuevas generaciones una selección de escritos de Nin de la mano del que fue algo así como su complementario, Juan Andrade: Los problemas de la revolución española (París, 1967). Un nuevo inicio que dará lugar a una inagotable bibliografía a nuestro parecer culminada por una investigación de Pelai Pagès emprendida a principios de los años setenta: Andreu Nin, una vida al servicio de la clase obrera (Laertes) Un aporte sobre su vida y su muerte sin parangón en nuestra historia social.1/
Por entonces, la crisis el estalinismo llegó a su culminación cuando la mayoría del PSUC que había sido en Catalunya el Partido del antifranquismo por excelencia, asumió la vía PCI de renuncia al comunismo llevándose por delante el niño con el agua sucia. 2/ Se trataba de la obvia consecuencia de la “gran derrota” que venía acompañada por la adopción de un distópico fin de la historia. Aseguraban que ya no había donde ir (Cioran). En consecuencia, la revolución se hizo imposible, un anacronismo.
Quizás no esté de más establecer un bosquejo sobre la forja de Andreu Nin, situada entre dos guerras mundiales, un tiempo en el que se dirime el dilema entre el socialismo o la barbarie, según frase famosa de Rosa Luxemburg. Nin ya había conocido su prólogo en la revolución de julio o sea, la Semana Trágica de 1909; ulteriormente, su militancia se afianza en la huelga general de agosto de 1917 -que une por primera vez las dos ramas obreras surgidas de la AIT; fragua su compromiso con la creación del PCE en el trienio bolchevique y la odisea de La Canadiense; después toma participa en la vida del PCUS como cuadro de la III Internacional hasta que toma partido por la oposición a su rusificación burocrática y regresa como ilustre portavoz de la Izquierda Comunista (ICE), la cual, pese a su debilidad orgánica, despliega una enorme labor de difusión teórica con la revista Comunismo y su política editorial, a la vez que con colaboraciones en otras revistas, como Leviatán, la revista pluralista de la izquierda socialista.
El proyecto trotskista hispano dio un salto decisivo en 1933 con su participación en la constitución de la Alianza Obrera, la misma que trata de impulsar una contraofensiva de octubre de 1934, por cierto, otro episodio difuminado. Esta experiencia desembocará luego, en septiembre de 195, en la constitución del POUM. Este une a las dos corrientes heréticas surgidas de las propuestas de política de frente único del III y IV Congresos del Komintern, los últimos con Lenin y Trotsky. El objetivo del POUM fue ante todo alcanzar una mayoría social capaz de superar la insoportable situación de miseria a la que le sometía una oligarquía que veía la República como una amenaza, como un símil de Kerenski. En julio de 1936 fueron las masas trabajadoras las que contrarrestaron el golpe militar en la mayor parte del país, aunque pagaran caras las trágicas torpezas de Sevilla, Oviedo o Zaragoza…
De este momento decisivo quedará una revolución a medias -por abajo pero no por arriba- que es interpretada como inoportuna para el idealizado encaje de la República entre las potencias aliadas occidentales, las cuales, con su política de no intervención, no movieron un dedo contra Franco, que contaría con el apoyo armado del fascismo italiano y del nazismo alemán. Mientras tanto, la URSS de Stalin asumía la tarea de proseguir la liquidación de toda oposición, incluida la internacional, de manera que al tiempo que se reafirma en su poder total, da muestras de que representa la mayor garantía contra cualquier tentativa socialista democrática. Esto explica la buena prensa de Stalin entre los Aliados hasta el estallido de la guerra fría. 3/ Será en ese proceso como la revolución se convierte en “imposible”. En un momento en el que la llamada patria del proletariado pone por delante su búsqueda de alianzas con Francia e Inglaterra, los principales responsables de la política de apaciguamiento…del nazismo y del fascismo.
Creo que este marco general resulta primordial para situar el esquema de La revolución imposible, la obra del profesor Andreu Navarra (Tusquets, 2021). Con ella el autor aseguraba en sus declaraciones que ofrecía una versión superadora de todo lo conocido, o sea, de unas aportaciones que, empero, reconoce en el texto con una enfatizada cortesía extendida a la labor de la Fundación Andreu Nin. Navarra asume la vindicación del personaje, sí bien resulta obvio que lo trata con más voluntad que acierto. Una evidencia, por citar un ejemplo, se trasluce por su dominio sobre el personaje de su anterior ensayo, Eugeni d´Ors, mientras que pasa de puntillas sobre la cuestión Trotsky, o sea de una conexión que cuenta por sí misma con una considerable bibliografía específica. 4/
Resulta significativa la manifiesta predilección mostrada por un personaje como Julián Gorkin 5/, cuya trayectoria durante la guerra fría podemos medir por su apoyo a la CIA contra la Unidad Popular chilena en 1973. Navarra da por buena la opinión de éste según la cual el POUM trataba de situarse al margen de la disputa entre estalinistas y trotskistas. Una apreciación personal que no se corresponde en nada con la actuación concreta del POUM, que demostró su compromiso con la revolución socialista; por intentar conseguir incluso asilo para Trotsky en Catalunya -concretamente en el Vendrell-; o por asumir la denuncia -aislada- los procesos de Moscú. Detalles sobre los que Navarra pasa como un turista situado en otra realidad.
Resulta difícil saber hacia dónde va Navarra en algunos temas centrales. Quizás nos puedan ayudar a aclararnos las resonancias mediáticas absolutamente extrañas para las aportaciones disidentes, así como las puntualizaciones ofrecidas por el propio Andreu. Entre todas las reseñas, quizás valga la pena centrarse en la bastante especial dedicada desde El País, el diario dinástico-liberal que le dedicó la portada y las páginas centrales de Babelia (29-X-2021), obviamente para defender la tesis de que la alternativa que defendía Nin era utópica. El oficiante es Jordi Amat, autor de La primavera de Munich (Tusquets, 2016) en la que no oculta sus potentes afinidades con el último Gorkin.
En su reseña, Amat despliega su propio retrato de Nin, reconociendo que “antes de su ejecución ni se autoinculpó ni culpó a los suyos. Sus restos siguen en paradero desconocido”. Tras esta constatación, su valoración se puede resumir en dos celdillas: 1) “Fue un caso español que replicaba una dinámica internacional; la del revolucionario profesional”; 2) “El mito del Octubre Rojo no dejó de arder en su conciencia: un fuego que incendiaba la democracia”; la democracia liberal como el happy end de la historia… Esto no impide a Amat hablar de “una biografía voluntariosa que sintetiza lo ya sabido”, lo que no contradice la existencia de sus afinidades interpretativas con Gorkin.
Esta posición queda más clara en el mismísimo Juan Luis Cebrián, quien ofrece su aprobado a la obra de Andreu Navarra para que “en los esfuerzos del actual gobierno” por recuperar la historia de la II República “no se olviden las purgas y asesinatos del estalinismo…”. Cebrián añade además que su obra demuestra que la “lucha fratricida entre estalinistas y trotskistas fue documentada por uno de los principales colaboradores de Nin, Julián Gorkin”. Como es sabido, las teorizaciones de Gorkin estuvieron detrás de las “confesiones de los ex comunistas “arrepentidos” (Jesús Hernández, Valentín González…), entonces dispuestos a la ceremonia de su exoneración. El tema da mucho de sí, sobre todo después de la sonada crítica de Herbert R. Southworth y que Navarra ni tan siquiera registra en una bibliografía llena de boquetes. 6/
Navarra hace suyo el modelo de cierta escuela británica distinguida por su capacidad de distanciamiento y sus minuciosos estudios hasta el último detalle. Cita el -dudoso- ejemplo de Anthony Beevor como si no hubiera otros, como el de George D. Painter sobre Marcel Proust. Semejante pretensión no cuadra ni con las debilidades de la obra, ni con sus fuentes de investigación, plenamente deudoras de la vasta bibliografía de Pelai Pagès, convertido desde inicios de los años setenta en una suerte de enciclopedia sobre el POUM y sobre Nin, y por extensión de un extenso equipo de estudiosos y estudiosas que han conseguido tejer toda una escuela mediante el diálogo y el debate. Navarra era por supuesto muy libre en escoger sus fuentes, pero suena cuanto menos extraño que, por un lado, proclame haber presentado un punto y aparte nuevo y que, por otro, se remita insistentemente a dichas fuentes, y que además no ahorre elogios a esas mismas fuentes, sobre todo a la hora de cerrar su libro.
En este cuadro un tanto chocante cabe registrar algunas de sus declaraciones ajenas a la obra. Ése es el caso de la comparación entre el asesinato de Nin y el de García Lorca, un paralelismo que se remite a contextos totalmente diferentes. Tampoco resulta convincente la comparación intelectual con Antonio Gramsci. Cierto que Nin conoció a éste en la Internacional, que compartieron trabajos y fines, pero el vuelo cultural de Nin es mucho más modesto. Fue ante todo nada más y nada menos que un divulgador, un caso ilustre en la historia de un potente proletariado militante hispano que no llegó a tener su correspondencia en el terreno teórico y en la capacidad analítica de la intelectualidad de aquella época, bruscamente truncada por la guerra civil.
Pepe Gutiérrez-Álvarez es escritor y miembro del Consejo Asesor de viento sur
1/ Tal bibliografía comprende diversas variantes: la reedición de los escritos de Nin, los ensayos biográficos más los estudios sobre aspectos parciales. Una reflexión sobre este esfuerzo se puede encontrar en el prólogo a la edición de la recopilación (firmada por Pelai y el autor de estas líneas) El POUM y el caso Nin. Una historia abierta (Laertes, 2011).
2/ Todavía en su 50 aniversario (1986), el PSUC no efectuó la menor referencia sobre Nin ni el POUM en sus documentos, actos y exposiciones; ni tan siquiera se hacía mención a que los componentes de ambos partidos lucharon codo con codo en el seno de la Alianza Obrera, que hasta finales de 1936 compartieron la aspiración a un “partido marxista” unificado en Catalunya,…Por otro lado, tal como señala Navarra, bajo la iniciativa de Gerardo Iglesias el PCE “rehabilitó” a sus antiguos disidentes como Joan Comorera, pero todavía no ha realizado ningún gesto sobre Nin y el POUM, al menos más allá de alguna declaración personal de tal o cual dirigente.
3/ No se puede hablar de la represión estaliniana sin señalar las complicidades conservadoras, y los ejemplos son copiosos tanto en la guerra de España como en el área de los Aliados. Los llamados procesos de Moscú fueron aplaudidos con algunas excepciones, y el caso Nin fue recibido con un silencio cómplice por la intelectualidad de izquierdas. Seguramente el ejemplo más conocido fue el cerco de hostilidad que rodeó las tentativas de Orwell para publicar su Homenaje a Cataluña por parte de los mismos Aliados que luego adoptaron la novela 1984 contra el comunismo, y que reconocieron sin dificultades el régimen franquista.
4/ Entre las clamorosas ausencias bibliográficas del libro cabe señalar algunas tan citadas como la trilogía de Isaac Deutscher sobre Trotsky; el potente ensayo -tan apreciado por Perry Anderson- de Fernando Claudín, La crisis del movimiento comunista (Ruedo Ibérico, París, 1970), cuyo capítulo “La revolución inoportuna” supone una interpretación a tener en cuenta inexcusable; sin olvidar los trabajos de Pierre Broué, especialmente su recopilación anexa a su edición de los escritos de Trotsky sobre España. En el nº 92 de Viento Sur que reunió un buen número de especialistas, se incluye un ensayo sobre ¿Qué leer?, que trata de ordenar y comentar todas las aportaciones sobre este acontecimiento tan significado históricamente.
5/ Me remito al apartado sobre Gorkin incluido en Retratos poumistas (Espuela de Plata, Sevilla, 2013), a su temprana megalomanía, así como a sus evocaciones sobre Trotsky, presentes sobre todo en El asesinato de Trotsky y en El revolucionario profesional, ambas editadas por Aymá a principios de los años setenta.
6/ Navarra pasa por alto las diferencias entre los herejes y los renegados, un matiz básico para registrar la sonada polémica planteada por Herbert R. Southworth contra Burnett Bollotten y Gorkin, incluida en la publicación por Paul Preston de La República asediada. Hostilidad internacional y conflictos internos durante la Guerra Civil (Península, 1999); texto inexcusable para situarse ante el que podíamos llamar caso Gorkin y que Navarra ni tan siquiera cita mostrándose más bien ajeno a la batalla de las interpretaciones.