La tortura como mérito
Torturadores condecorados
Ahora que el Gobierno ha planteado la posibilidad de quitar alguna de las medallas concedidas al torturador franquista «Billy el Niño», el autor aprovecha para repasar la relación entre las condecoraciones otorgadas por los sucesivos gobiernos españoles a policías de diferentes cuerpos y su coincidencia en el tiempo con episodios de tortura o de guerra sucia.
La gran mayoría de quienes se han mostrado escandalizados por la medalla pensionada que recibió en 1977 el torturador franquista Antonio González Pacheco «Billy el Niño» no han dicho absolutamente nada porque muchos otros torturadores hayan recibido medallas similares que suponen un incremento de la pensión, del 15% la de plata, y del 10% la de distintivo rojo.
Según el diario El País, «Billy el Niño» recibió cuatro de esas medallas, que le han supuesto un incremento de la pensión del 50%, y de quitarle alguna, tan solo le quitarán la de 1977. Así, seguirá embolsándose una excelente pensión gracias a las otras tres medallas, mientras que las personas que torturó no reciben reparación alguna. Hasta ahora no la han recibido y ninguna autoridad ha hecho gesto alguno de que algún día puedan recibirla.
«Billy el Niño» no fue tan solo un notorio torturador. Hay pruebas de que también estuvo implicado en la guerra sucia. Por ejemplo, en el caso del bar «Hendayais» donde asesinaron por error a dos ciudadanos franceses. La medalla de plata que le concedieron en 1982 bien pudo tener que ver con la protección que él y el comisario Ballesteros dieron a los asesinos.
Sea como fuere, lo innegable es que, entre quienes han recibido esas apreciadas medallas, además de conocidos torturadores, ha habido no pocos implicados en la guerra sucia. Entre ellos, todos los guardias civiles condenados por haber secuestrado en Baiona a Lasa y Zabala para después torturarlos en el palacio de «La Cumbre» de Donostia y por último asesinarlos y enterrarlos en cal viva.
En efecto, en el plazo de entre tres y seis semanas tras el secuestro de Lasa y Zabala, los cuatro recibieron una medalla con distintivo rojo. Primero, el sargento Enrique Dorado; después, el entonces capitán Ángel Vaquero y por último el entonces teniente coronel Enrique Galindo y el cabo Felipe Bayo.
Al poco tiempo, el día del Pilar de 1984, todos ellos volvieron a recibir una medalla. Esa vez, en el cuartel de Intxaurrondo, ya que fue allí donde las autoridades repartieron numerosas medallas a Galindo y a una veintena de sus hombres de total confianza que tanto sabían sobre la tortura y la guerra sucia.
Encima, algunos de quienes fueron condecorados aquel día del Pilar estaban ya para entonces procesados en varios casos de torturas. Por ejemplo, «Goli» Domínguez Tuda que estaba procesado en dos casos. Fue condenado en ambos y también recibió el indulto del Gobierno en ambos casos. Era un simple cabo cuando torturó a aquellas personas y llegó a ser comandante. Gracias a sus múltiples «meritos», por supuesto.
A los pocos días de que repartiesen aquellas medallas, el diario El País dedicó varios artículos y una indignada editorial al tema. Una editorial en la que criticaba duramente «la insólita decisión política del Ministerio del Interior de desparramar un lote de condecoraciones entre quienes han sido formalmente acusados de un delito tan grave como es la tortura».
Un año después, en 1985, algunos de aquellos procesados en casos de torturas volvieron a recibir medallas de plata y El País no dijo ni pío. Y cuando el Gobierno empezó a indultar a los torturadores, tampoco. Al parecer, su sensibilidad y preocupación por la tortura se terminó en 1984.
Entre los condecorados por la Guardia Civil aquel día del Pilar de 1984 también estaba un inspector de policía. Un único inspector que resultó ser el más tarde condenado José Amedo. Sí, el policía que en aquella época estaba metido hasta el cuello en los múltiples asesinatos que se estaban cometiendo usando las siglas de los GAL.
A causa de los graves errores que cometió Amedo, no tuvieron más remedio que encarcelarlo. Se hartó bien pronto de estar entre rejas y le contó al juez Garzón una pequeña parte de lo que sabía. Fue suficiente para enviar a prisión, entre otros, al ex ministro del Interior José Barrionuevo y ex-secretario de Estado Rafael Vera. Eso sí, el Gobierno del PP los indultó bien pronto.
Si en su momento hubiésemos prestado una mayor atención a aquella medalla recibida por Amedo, a lo mejor hubiese quedado en evidencia mucho antes, porque la mayoría de las medallas otorgadas aquel día del Pilar lo fueron por «méritos» ligados a la guerra sucia.
El rastro dejado por las medallas recibidas en aquella época también podía haber sido muy valioso a la hora de esclarecer no pocos casos de tortura. Por ejemplo, el de siete jóvenes detenidos por la Guardia Civil en Zornotza y alrededores en noviembre de 1980. Un caso que se prolongó durante más de veinte años hasta que la Audiencia de Bizkaia dictó sentencia condenatoria contra quienes los sometieron a torturas como «la barra», «la bolsa» y «la bañera».
Fueron ocho los guardias civiles condenados en 2001 y resulta que, veinte años antes, todos ellos habían sido condecorados el mismo día. En efecto, un mes y pico después de que torturaran a aquellos siete jóvenes, el 7 de enero de 1981, los ocho torturadores recibieron sendas medallas y es casi seguro que, entre quienes fueron condecorados aquel día, estuviesen también los torturadores que los jóvenes no pudieron identificar.
El responsable de los agentes que sometieron a torturas a los siete jóvenes fue Antonio Tocón Diaz a quien impusieron una pena de inhabilitación de 16 años, por no haber evitado, como era su deber, que fuesen torturados. Sin embargo, tres años después, el Tribunal Supremo anuló la pena como en tantas otras ocasiones.
Antonio Tocón era teniente cuando torturaron a los jóvenes y hoy día ya es la «mano derecha» del director general de la Guardia Civil. Y a no tardar lo van a ascender al grado máximo, Teniente General, porque las autoridades nunca han tenido la más mínima intención de castigar como es debido a los torturadores.
Tras el señuelo de la retirada de la condecoración a «Billy el Niño» se esconde la realidad de la tortura.