El matrimonio compuesto por Fermín Pérez y Begoña Elexpe decidió iniciar su proyecto de vida en el barrio Repélega de Portugalete (Bizkaia). El 4 de mayo de 1951 nació su hijo primogénito a quien bautizaron con el nombre de Víctor Manuel, Bittor; una familia que se completó con Mariefi, Fermín, Mª José e Ignacio. La infancia de estos tres hermanos y dos hermanas se movió entre la escuela, los juegos en la calle y la educación con valores religiosos. Unos años felices.
Pronto al pequeño Bittor le llamaban Chispas, “porque levantaba centellas allá por donde pasaba. Destacaba por sus cualidades artísticas –amante de la música y de la escritura–, y era tremendamente inteligente e implicado con las libertades”, relata Mariefi.
De madrugada
El 20 de enero de 1975, Bittor salió de casa a repartir octavillas en las que defendía el encierro de 47 mineros en Potasas (Navarra), un acto reivindicativo que había desembocado en una huelga general secundada por 20.000 trabajadores en la Comunidad Foral.
El día de San Sebastián los mineros sumaban casi dos semanas de aislamiento, y el ministro de Información y Turismo franquista, León Herrera, ya había indicado que la huelga en Potasas había sometido al Gobierno a “un reto político de origen subversivo al pretender atentar contra el Estado e instituciones”. En esos momentos convulsos, ese 20 de enero Bittor madrugó para distribuir aquellas hojas que apoyaban la lucha obrera.
Pero la pistola de un guardia civil le arrebató la vida con 23 años a las 6.00 horas en la calle General Castaños, junto a las escaleras que acceden a la plaza de la Rantxe, en Portugalete. “Asesinado por alguien que vivía en el barrio”, remarcan.
En 1975, Mariefi tenía 21 años; Fermín había cumplido 19 cuatro días antes del asesinato; Mª José, 16; y Natxo, diez. Aquella fatídica madrugada, el padre se encontraba en la fábrica; y la madre, ingresada en el hospital de Cruces. “A las siete de la mañana, la radio informó del suceso”, cuenta Mariefi. Una tía carnal reconoció la ropa y un anillo de Bittor y se dirigió a la vivienda de los Pérez-Elexpe para avisar del fatal desenlace.
Fermín, con sus 19 años, se trasladó hasta la morgue del hospital de Basurto. “Ahí estaba mi hermano, muerto...”, interrumpe el relato porque la emoción le impide seguir.
Mariefi, con voz serena, describe la escena de su padre, sentado en el borde de la cama: “Lloraba de una manera espantosa”, a pesar de que la relación paterna con Bittor se había tensado porque temía que su militancia comunista pudiera causar problemas en el hogar.
El mismo día del asesinato, la policía secreta registró su habitación en el domicilio familiar y se marchó sin dar explicaciones. “Allá nos dejaron tirados”, repite Mariefi. A pesar de su fallecimiento, la dictadura franquista abrió un procedimiento interno por actividades subversivas contra Bittor. “Fue declarado culpable para justificar la actuación del guardia civil”, denuncia su hermano Fermín.

Juicios sociales
A partir de ese momento no solo la familia sufrió la pérdida de uno de los suyos sino que comenzó a padecer “juicios sociales”, como define Mariefi.
Tenían que soportar comentarios inapropiados de algunos vecinos que se creían la versión oficial del régimen. El colegio religioso empujó a Mª José a cambiarse a otro centro porque “las monjas no aceptaban a una niña, con un hermano comunista”, explica Mª José. La propia protagonista de aquel episodio intenta narrarlo en primera persona, pero las lágrimas detienen su testimonio.
Incluso Mariefi confiesa que los miembros de un partido político le insistieron en formar parte de sus filas como hermana de un fallecido por la dictadura; pero al rechazar su proposición, esos activistas se distanciaron. “Yo pasé de todo eso”, zanja.
“Desmontar las mentiras”
Desde aquel 20 de enero de 1975, iniciaron un proceso que continúa en la actualidad. Primero su padre y madre; y ahora ellos. Un grupo de abogados recabó declaraciones de testigos que desmontaban “las mentiras del juicio, como que portaba un arma aquel día, pero el juez no quiso investigar”, apunta Fermín.
En los años 80 con la llegada de Felipe González y su mayoría absoluta creyeron que cambiaría la ley para dignificar la figura de su hermano y de todas las víctimas del terror franquista, pero no ocurrió. Ignacio, el benjamín, nunca comprendió por qué no podía celebrarse un juicio contra el guardia civil que mató a su hermano.
“Sufrió una gran depresión que le llevó al mundo de las drogas”, recuerda Fermín al mismo tiempo que comienza a sollozar. Así que Mariefi sigue con la narración: “Con 33 años, murió de una sobredosis mal cortada, como muchos otros. Nuestro hermano Natxo se convirtió en una víctima colateral del franquismo y de la falta de justicia de la democracia”, resalta.
Juntos
La primera vez que este periódico contactó con Fermín, este explicó que sus hermanas y él siempre prefieren hablar juntos de Bittor. A través de una conversación telefónica, los tres relatan cómo han vivido estos 50 años. “No me llegué a hundir, ya que había que continuar”, confiesa Mariefi, mientras protege con sus manos las de su hermana pequeña de 66, Mª José, quien llora al hablar de este episodio.
Con este nuevo dolor, no desistieron en su empeño, y en 2007 se abrió una ventana de esperanza cuando Bittor recibió el reconocimiento de víctima del franquismo por medio de la Ley de Memoria Histórica del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. “Pero se quedó solo en eso. Insistimos en que el asesinato de nuestro hermano y los delitos cometidos contra las demás víctimas del franquismo se consideren crímenes de lesa humanidad para que juzguen a los responsables. Probablemente hay un asesino suelto, aunque tampoco sabemos si ya murió”, especifica Mariefi.
Crimen de lesa humanidad
La condición de crimen de lesa humanidad permite que una persona sea juzgada, “pero al no tipificarse los crímenes del franquismo como delitos de lesa humanidad, siempre nos topamos con los mismos argumentos: la prescripción del delito, la ley de amnistía y otras argumentaciones jurídicas, –como que el delito de lesa humanidad se incorporó al código penal español en 2003, sin aplicación retroactiva; o que no se ha producido la transposición de la normativa europea a la legislación española–, lo cual convierte en papel mojado la Ley de Memoria Histórica de 2022. Consideramos que hay una manifiesta falta de voluntad política para deslegitimar el franquismo y dignificar a las víctimas de la dictadura”, aclara Fermín.
En 2025 se ha cumplido el 50º aniversario del asesinato de Bittor, y Mariefi, con 71 años, Fermín, con 69, y María José, con 65, asistieron en la calle General Castaños al homenaje que cada 20 de enero efectúan compañeros militantes del PCE(i), asociaciones memoralísticas locales, amistades y familiares. “Ninguna institución acude, porque no les gusta cómo hablamos. Es duro, insoportable y un maltrato que te eliminen la posibilidad de hacer justicia. Nos han borrado del mapa a nosotros y a miles de víctimas y familiares que han sufrido lo mismo que nosotros. Somos invisibles”, concluyen.