Felisa Etxegoien: Kutxi
Opinión
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Felisa Echegoyen, víctima de torturas, sujeta el artículo que relata su historia. Acto “Supervivientes de la memoria” realizado por el periódico Público en diciembre de 2019.Fernando Sánchez
Me llamo Nerea Fulgado y milito en La Comuna, Asociación de presxs y represaliadxs por la dictadura franquista. Soy esa persona que, por edad, no viví el franquismo y, sin embargo, me parece fundamental que si se quiere militar en la izquierda y plantar cara al fascismo, se tiene que conocer qué es el antifranquismo y cómo unas personas valientes se unieron para luchar contra la dictadura, por una democracia, desinteresadamente y poniendo en riesgo sus vidas de una manera que actualmente no conocemos. Una de esas personas era Kutxi.
Felisa Echegoyen era su nombre real, sí, pero a ella le gustaba que la llamasen por su nombre de guerra, Kutxi, y yo siempre la he conocido así. Era una persona pequeña, pero incapaz de estarse quieta. Tú dirías que por su aspecto menudo no podía enfrentarse a nadie, pero Kutxi, incluso en sus últimos días, no le tenía miedo a gritar a los fascistas que eran unos fascistas. No tuvo miedo contra Billy el Niño, así que ¿por qué lo debería de tener frente a cualquiera?
Kutxi, que siempre pagaba la cuenta sin que te dieses cuenta, que regalaba todo lo que tenía si lo necesitabas, que se preocupaba por todos y por todas, que estaba concienciada con todas las luchas sociales y nunca fue equidistante. Que nunca quiso ser protagonista y que nunca querría que la llorásemos, pero aquí estamos, recordándola, porque es lo que se merece.
Conocí a Kutxi en una asamblea para una candidatura de elecciones internas de un partido de izquierdas en Madrid. En esa época, interpuso su querella por torturas. A Kutxi entre otros, la torturó Billy el Niño en la Dirección General de Seguridad, la DGS, y sus torturas se hicieron amparadas en la maquinaria de Estado de la dictadura. La querella de Kutxi, como la mayoría de las querellas –y llevamos desde la Coordinadora de la Querella Argentina ya más de 120 en el Estado español–, no llegó muy lejos aquí, pero sí fue admitida en el Comité de Derechos Humanos de la ONU donde todavía estamos a la espera de una respuesta. La impunidad de los crímenes del franquismo es la norma.
Kutxi falleció el 17 de octubre de 2025 y murió sin conseguir justicia.
Parece mentira que el dictador lleve 50 años muerto y que se estén haciendo actos celebrando el nacimiento de una democracia pero que aquellos y aquellas que dieron todo para que hoy podamos decir que vivimos en democracia, no estén recibiendo ni verdad ni justicia ni reparación.
La impunidad es la norma y lo peor es que lo que se persigue es que las voces que las denuncian vayan desapareciendo poco a poco. El Estado español hace todo lo posible para que el tiempo pase y, así, no reconocer la realidad de que la Transición no fue tan pacifica, ni tan modélica ni mucho menos, ni basada en la concordia como quieren vender. No. Si acaso, la Transición está basada en sangre y el continuismo de un régimen que sigue muy vivo y que se sabe impune de sus crímenes porque se les ha protegido sistemáticamente.
Ellos esperan. No solo la derecha, sino también un PSOE que es el mayor valedor de la Transición haciendo pequeñas operaciones propagandísticas de estética memorialista, pero sin dar nunca el paso definitivo para hacer posible juzgar los crímenes del franquismo. Porque ¿de qué sirven los actos de España en Libertad mientras sigue existiendo la Ley de Secretos Oficiales, la Ley de Amnistía del 77 o la Ley Mordaza?
Sin embargo, no lo van a conseguir. Puede que Kutxi ya no esté para verlo, pero es que Kutxi, igual que muchas personas que ya no están con nosotros y nosotras, nos han enseñado el camino. Nos han enseñado que hay que seguir luchando. Que hay que conseguir justicia. Que la verdad, la justicia y la reparación no es solo individual, es algo que merecemos como sociedad porque lo que no se reconoce ni se repara, es por donde se cuela el fascismo y que solo así habrá garantías de no repetición. Hay que seguir luchando por Kutxi y por todos y todas las que nos precedieron.
Kutxi y yo, en los últimos meses, habíamos hablado algunas veces. Una de esas veces, me explicó las restricciones que suponían para ella la enfermedad que tenía, lo duro que era todo y cómo había cambiado su vida por culpa de la enfermedad. Le pregunté si había disfrutado su vida hasta ese momento, me dijo que sí, que había vivido como había querido y que había valido toda la pena. Incluso ahora, meses más tarde de esa conversación, puedo decir que admiro a Kutxi incluso más porque ella supo vivir hasta el final en sus propios términos. Ojalá tuviéramos esa fortaleza.
Su pérdida nos deja a La Comuna con un agujero en el corazón. Pero si algo hubiese querido ella es que la celebrásemos y que siguiésemos trabajando. Que la pena no nos invadiese y que nos tomásemos un vino blanco por ella tras una asamblea. Y que le siguiésemos plantando cara al fascismo y defendiendo los derechos humanos allá donde sean vulnerados. Y en eso estamos. Por ella.
