Carrero Blanco y Melitón Manzanas: víctimas? La Memoria sesgada
Naiz
Manzanas torturaba ya antes de que ETA naciera y jamás habría sido juzgado
El recuerdo tributado días atrás por el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo al torturador y colaborador de la Gestapo Melitón Manzanas, muerto a manos de ETA ahora hace 53 años, ha levantado una notable polvareda en las redes sociales, al entender muchos usuarios que se estaba blanqueando a un criminal y a un régimen opresor. El hecho cierto es que toda referencia del citado Centro Memorial a Melitón Manzanas se limitaba a honrarle por ser víctima de ETA. Todo lo demás le resulta accesorio e intrascendente, cuando no ciertamente peligroso para poder apuntalar su sesgada versión sobre lo ocurrido durante las últimas décadas, desde la posguerra, en Euskal Herria. No ha habido referencias a la trayectoria de tan siniestro personaje, ni tampoco alusión al régimen criminal que defendía, ni a que los aparatos de ese régimen transmutaron en la llamada «transición democrática» sin depuración alguna. El presidente de honor del Memorial de las Víctimas del Terrorismo es el rey de España, heredero del que designara el propio dictador, para que no quepa duda alguna.
A ese intento de falsear o esconder hechos y de desvirtuar el fondo del conflicto de todas estas décadas lo han bautizado como la «batalla del relato». Hablar de batalla resulta ya toda una declaración de intenciones, aunque hay que reconocer que quienes imponen sus tesis en la sala de mandos no esconden sus propósitos. Extraña más comprobar que otros, como los representantes de las instituciones vascas en la fundación del Memorial, se dejan arrastrar por tanta y tan insultante parcialidad.
Reconocer la realidad
Por candidez en algunas ocasiones, e imbuido por las dosis de blanqueamiento del fascismo que ha supuesto la transición española respecto al franquismo en otras, ha habido también quien en medio de esta polémica ha sostenido su oposición al atentado mortal contra Melitón Manzanas con el argumento de que el policía tendría que haber sido sentado en el banquillo de los acusados por sus crímenes. En numerosas ocasiones se ha dicho que existen diferentes relatos sobre el conflicto vasco, pero, en todo caso, tendríamos que convenir que ninguno de ellos logra salvar todos sus vacíos argumentales y sus contradicciones. Por eso, si de lo que se trata es de construir una memoria veraz y digna, nadie debería hacerse trampas al solitario.
Sin la intervención de ETA, Melitón Manzanas habría muerto en la cama como lo hizo Francisco Franco sin pagar pena alguna, y Carrero Blanco habría dado continuidad física al régimen. No ha habido jamás opción alguna de juzgarlos. Quienes apelan al Estado de Derecho de forma tan grotescamente extemporánea tendrán que censurar el nacimiento de ETA y su práctica armada asumiendo esa realidad y sin realizar semejantes ejercicios de justicia-ficción, una vez de que algunos han dejado en desuso también el argumento de que hubo una ETA que tenía su justificación y otra que no.
Angela Merkel no tuvo esos problemas a la hora de honrar a los militares alemanes que intentaron asesinar a Hitler, a los que calificó de patriotas. Queda claro que la canciller no está condicionada por tránsito alguno de un régimen a otro, y tampoco ha tenido en Alemania un movimiento revolucionario que luchara por la independencia de una parte del país.
Esta alusión a Merkel y Alemania puede sonar extravagante, y seguramente así lo sea, pero quizá sirva para ilustrar lo trampeado que está todo lo relacionado con el tan manido relato. Porque cuando se aborda la cuestión de la violencia, desde el poder se intenta generar un espacio temporal que va desde que ETA comenzara su lucha armada, en pleno franquismo, hasta el abandono definitivo de la misma hace diez años, aunque Melitón Manzanas llevara ya muchos años torturando a antifascistas y nacionalistas vascos, y la tortura, así como otras prácticas sistemáticas contra los derechos humanos por parte del Estado, perdurara durante décadas tras la muerte de Franco.
La idea originalmente irreprochable de que «matar estuvo mal» –acompañada de que ETA fue una banda de asesinos, fruto de una sociedad enferma, y de que, tras la reforma del franquismo, el Estado solo ha cometido errores puntuales como el terrorismo de Estado y abusos policiales individualizados– se ha convertido en una trampa saducea, cuyo objetivo último es ocultar los orígenes de un conflicto de naturaleza política en que todos los agentes han participado en estrategias violentas.