50 años de impunidad

23/10/2025
El 27 de septiembre de 1975, la dictadura ejecutó a tres militantes del FRAP y dos miembros de ETA, como resultado de unos consejos de guerra sin garantías, sin derecho a defensa y sin visos de legalidad. Esta es su historia.

"Fue un crimen de Estado": los últimos fusilados del franquismo buscan justicia 50 años después

Aute interpretando 'Al Alba' en el 40 aniversario de los fusilamientos, en el auditorio Marcelino Camacho de CCOO (Madrid).Aute interpretando 'Al Alba' en el 40 aniversario de los fusilamientos, en el auditorio Marcelino Camacho de CCOO (Madrid).Cedida

Madrid-

Tres de ellos incluso vivirán para contarlo. Manuel Blanco Chivite, Vladimiro Fernández Tovar y Manuel Cañaveras de Gracia. Se enteran 10 horas antes. Hacia las 9 de la noche del día 26. Les han conmutado las penas. En su lugar, cumplirán 30 años de cárcel. Sus compañeros no correrán la misma suerte. José Luis Sánchez-Bravo, Xosé Humberto Baena y Ramón García Sanz. Sus sentencias son definitivas. Y se cumplen. La mañana del 27 de septiembre un convoy policial los traslada más allá de los límites del penal. ¿Su destino? Un municipio del sur de la sierra de Guadarrama, Hoyo de Manzanares. Allí les espera el resultado de un proceso sin garantías, sin derecho a defensa, sin rastro de legalidad. Allí, a cara descubierta, se enfrentan a la muerte por turnos. Con apenas 21, 24 y 27 años de edad. 
En Hoyo de Manzanares se cierra el catálogo de penas de muerte firmadas por el franquismo. Por una dictadura en las últimas, que intenta desesperadamente maquillar su debilidad. A través de un golpe de fuerza. Cuatro farsas judiciales. Dos en Madrid, una en Burgos y otra en Barcelona. Las dos primeras contra militantes del FRAP, el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota. De ahí salen las condenas con los nombres de José Luis, Xosé Humberto y Ramón. Las otras dos contra miembros de ETA político-militar. Ángel Otaegi, de 33 años, y Jon Pardes Txiki, de 21. El mismo 27, a uno lo fusilan frente al muro del penal de Burgos; al otro en Barcelona, en un bosquecito junto al cementerio de Cerdanyola del Vallès.

 

Las voces de la memoria

"En el 75, la contestación popular era cada vez mayor y más violenta. Había que evitar que la dictadura se perpetuara una vez muerto Franco. El régimen lo sentía, estaba preocupado y lo intentaba parar por todos los medios", relata. "Lo nuestro no fue un caso excepcional. Durante ese año se produjeron cientos de detenciones en Madrid. Cualquier motivo era suficientemente bueno.
Allí permanecieron horas, días y hasta semanas sin ver ni hablar con nadie. A excepción de las visitas nocturnas del comisario Roberto Conesa para continuar con los interrogatorios. "Es otra forma catalogada como tortura. Los golpes paran, pero el tema del aislamiento es una cosa que se me ha quedado grabada. Hasta qué punto era duro eso", confiesa Sierra. "Cuando, a pocos días de la celebración de los consejos, tuvimos el primer contacto con nuestras defensas, recuerdo que casi ni podía hablar. No me salían las palabras".

"Fueron víctimas de la dictadura"

Recuerda como si fuera ayer el día de la ejecución. "Pasamos la noche en las celdas de la capilla. Hasta las 7 y media de la mañana, que fue cuando lo llevaron a Cerdanyola. Él tenía asumido que lo iban a matar, pero nosotros siempre esperamos algún milagro", relata. "Cuando llegamos allí, ya lo tenían atado, mirando hacia el pelotón de guardia civiles.
Un reconocimiento que los tres fusilados del FRAP han conseguido mucho después. En octubre de 2024, llegaba la reparación oficial para José Luis Sánchez-Bravo. 49 años después de su condena a muerte. Y, el pasado agosto, lo recibía también la familia de Xosé Humberto Baena. Por fin, dos documentos oficiales -emitidos por el Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática-

Al Alba